jueves, 7 de marzo de 2013

Caminos

Estudiar, mantenerse leyendo, pensando, escribiendo. Proyectar, proponer, dilucidar.
Reunirse. Con los compañeros y amigos, en grupo, en las aulas, con los profesores, en los prados y cafeterías. Disfrutar el encuentro, escuchar, responder, volver a preguntar.

No irse cuando suenen las bombas. Menos aún ponerse pasivamente a mirar. No puede ser un espectáculo, un hábito, una diversión.

¿Acaso es que todo esto se ha vuelto parte de nuestro paisaje, un componente pintoresco de nuestros días aquí?

Lo que está pasando es horrible, estamos jugando con fuego. Hay que decir ‘no’, ‘no más’.

¿Acaso no nos damos cuenta de la gravedad de los hechos? Hay personas que están saliendo heridas y mutiladas de estas refriegas.

Me contaron que una mamá escribió un mail diciendo: ‘explíquenme por qué mi hijo está preso en el pánico. Fue a una inducción y regresó a casa sobrecogido de pavor’.

¿Por qué no publican ese correo? Qué firme suena esa voz, alguien que reacciona y se muestra dolida, aterrada, ofendida. El asunto es de dignidad.

Y nosotros aquí no decimos casi nada. Casi nadie, nada de nada. ¿Estaremos dormidos en el veneno?¿O sumidos en el activismo científico que parece dar la espalda a una temible realidad?

No es una sola. Son varias las universidades UdeA.  Lo acepto, acojo esa conciencia de la diversidad. Solo que me temo que una realidad se está devorando las otras.

Creo que hay que protestar y decir, ‘deténganse ya’. No más asonadas ni bombas ni refriegas. La universidad es una reserva intelectual y moral, un derecho otorgado por los ciudadanos, una responsabilidad individual y colectiva.

Hay que ahuyentar de ella el terror y proponer formas de vida que no tengan que pasar por la humillación y los atropellos.

Es asunto de todos y cada uno. Hemos de apelar al tú a tú, tan adormecido entre nosotros en estos tiempos.

Y hablar y decirle al agitador, ‘no más compañero’, improvisar marchas pacíficas, que digan y griten, ‘no más’ y aulas activas y cátedras siempre abiertas, a la inteligencia, al aire de la meditación, a la felicidad del estudio compartido, el análisis ingenioso, la propuesta fresca y renovadora.

¿Nos vamos a dejar arrastrar por el río de la indolencia? Estamos anonadados, tenemos que despertar y solidarizarnos y cuidar la vida y la libertad, bienes preciosos conculcados por quienes imponen su furor a diestra y siniestra y que parecen no querer que estemos aquí haciendo lo más digno: estudiar, conversar, amar, soñar, inventar.

Señor rector: le propongo que lidere y convoque una jornada de pensamiento, un encuentro de todos los universitarios que permita expresar la estupefacción ante el hecho de que salgan de aquí cada vez más personas maltratadas o heridas, una jornada en que renovemos nuestros votos por el estudio, la pasión más revolucionaria y más noble.

Una jornada permanente en que sellemos el pacto por una universidad que no siga siendo vejada y mutilada.

Ante una situación repetida una y otra vez, nuestro Sísifo, me resisto a creer que no haya salidas.




[También publicado en el portal UdeA Noticias]